Tuesday, April 25, 2006

Every night...

Los duendes se despiertan al momento que caen esas persianas de pestañas negras, las amarran bien con pesos de colores. Se mueven sigilosos a desconectar cables y sinapsis. Los primeros son los más intrépidos, pues la labor es peligrosa; varios hay ya con cicatrices en los brazos, que hacen ver a su verdesona piel un poco como crater seco y plasticoso. Pero, las quemaduras no son la peor de las complicaciones, en un descuido, pueden esfumarse permanentemente y viajar a ese espacio unidimensional que sirve de cementerio para las palabras borradas y las ideas muertas.

Si la velada es productiva, logran hacer desconexión completa. Una vez que la electricidad se retira de las cartas, salen los duendes más pequeños, los duendes más viejos, los duendes más cobardes, los duendes en cientos; entonces no necesitan valentía, sino fuerza de muchos. Ayudados por palos y huesos carcomidos por el tiempo, poco a poco van rodando esa masa pegajosa que asemeja una gelatina de patitas de puerco o un postre mal hecho. La labor es una marcha sigilosa que recuerda aquellos hombres sin nombre que construyeron pirámides y castillos a base de látigos y sed.

Suben poco a poco, en un desfile descomunal, por los estrechos caminos de piedra negra. Los únicos ojos que miran sin esconderse, son los de la luna. Ella canta como viento entre arbustos y cuenta el cuento de eternidades que nunca serán.

El camino cuesta arriba es largo y tedioso, pero lo siguen de todas formas, por la misma razón que las hormigas cargan una hoja de vuelta a casa, que enero sigue a diciembre, que la madre hace leche para alimentar esa criatura que a ojos cerrados saborea lo que muchos hombres desean: cariño en proteina.

Horas pasan, después de minutos, después de segundos, después de que corre el tiempo como escurren las gotas saladas por vientres y caderas, y llegan a la cima. No ocurre siempre, pero hay ocasiones en las que todo ese trabajo se ve recompensado con un suspiro de alivio que lleno de vértigo se asoma por el precipicio interminable, perdiéndose en la bruma: lo más difícil ha pasado.

Es entonces cuando comprendo que mi mente está a punto de caer, cuando a pesar del lastre que colocan en las persianas de pestañas tengo que abrirlas, cuando me obligo a respirar y sacar las manos de esa cueva de algodón azul, a comenzar nuevamente. Hasta ahora, siempre he tenido éxito... Hasta ahora...

Cuando el día se pinta de gris y tus palabras son dagas de acero, quisiera oir como se disminuyen poco a poco los gritos victoriosos de aquellos duendes verdes que lograron, por fin, acabar con mi sanidad y pronto desaparecerán entre la sombra mientras la luna sigue cantando como viento entre arbustos y sigue contando el cuento de eternidades que nunca serán...

5 Comments:

Blogger org@smo said...

Eternidades que nunca serán... huau que finitud en tus palabras.

un beso y mil más

4/26/2006 4:02 PM  
Blogger LadyLo said...

Siempre la Luna será la mejor amiga de aquellos que vivimos al filo, a veces a la deriva.
Saludos desde

4/27/2006 9:39 AM  
Blogger Elisa de Cremona said...

los duendes... es que me acordé de mi amigo víctor que me escribió un cuento de duendes...
besos

4/27/2006 1:57 PM  
Anonymous Anonymous said...

Hoy tus palabras fueron el único rincón donde me sentí bien.

Perderse en esa profundidad, fue mejor que voltear hacia mi mismo.

Por eso estaré de vuelta cada vez que los ceros y unos me lo permitan.

5/02/2006 8:36 PM  
Blogger e. said...

Gracias a todos por pasar...
Besos guardados en sacos de realidad...
e.

5/20/2006 4:59 PM  

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