Hay días que son tan perfectos, que son explosivos, que te llenan de algodón de azucar, como agua al jarrón, hasta que escurren por tu cara vestidos de sonrisas. Y la luz te parte el pecho, de adentro para afuera, y no hay aire suficiente que llene tus pulmones.
Hay días que te sientes enamorada y no hay nadie en tu cabeza, ni en tu alma, ni en ningún lugar en el que generalmente se guarden enamoramientos. Y no te das cuenta de la falta de nombres, hasta que percibes la necesidad de compartir tus alegrías con un abrazo.
Hay días con hambre de abrazos.
Las manos con circulación sanguinea cargada de caramelos, retacadita de cariños, pueden ser las más vacías de todas, si lo único que alcanzan es aire pintado de blanco.
Hay días que mis manos tienen alta la glucosa.